La primera impresión de Rusia fue una estació forrada de madera. Mientras los demás esperaban, pacientes, sucios y cansados, los moscovitas nos acercamos a la ventanilla a por los billetes a la capital. Lo más barato ( primera vez que usamos el diccionario ruso para trenes del fotógrafo), 12 horas de una de la mañana a una de la tarde. La segunda impresión fue el metro, un boulevard inmenso de pasadizos palaciegos. Nada que ver con ningún otro de cualquier ciudad moderna, elegante, magestuoso. Los treinta nos revolucionamos al sacar los billetes (pequeñas monedas parecidas a un rublo) y al ver la primera cuesta, que nos llevaba al infinito, a nuestra parada de origen, un corredor de mosaciso dorados.
El hostal estaba cerca del final de la calle Nevski, la avenida principal de San peterburgo; un obelisco gigante, rodeado de carteles luminosos y banderas de Rusia decoraba la plaza, más tarde la explicación a tanto patriotismo estaría en que los días 3 y 4 de noviembre se celebraba la patria rusa. De cualquier forma llegamos al hostal repartimos habitaciones y echamos a andar sin ni si quiera tomar una ducha, los barrios soviéticos de Leningrado nos esperaban para el primer contacto. Un paseo al borde del río, con visita a la capilla ortodoxa, la universidad, el edificio donde se planeó la revolución y alguna que otra iglesia de cuento ocupó casi la mayor parte del día. Los ánimos empezaron a dividirse ¿Es esto lo que esperábamos de San Petesburgo? La disidencia empezó a tomar forma y las primeras voces de cansancio se escuchaban detrás de las filas. Todo es enorme, enorme. Eso era lo más repetido. Edificios gigantes, algunso derrumabdos o con luces fundidas, moles de más de veinte pisos, carteles de Macdonals, Cocacola, todo en desconcertante cirílico. La mezcla Kitsh de al ciudad hacía pensar en un capitalismo aún soviético y un tanto rancio. Rusia se había quedado en los 90, destape incluido.Siguiendo el río, con al noche pisándonos los talones pasamos, de casualidad, uno de los palacios de verano del zar, de allí a la llama del fuego eterno y los primeros canales, al fondo, como una dama bien aposentada en su trono, como hecha de dulces, o por un fan lunático de madona, la iglesia de San Salvador de la sangre derramada, “The colourfull chucrch”, desde ese momento, para la tropa de aventureros Erasmus.
Sara
Colorful church
Nahuel
1 comentario:
Qué recuerdos y qué envidia! Disfruten de Moscú, para mí, la mejor ciudad del mundo mundial hasta que reinventen Rio de Janeiro.
Un abrazo, lituanos
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