lunes, 10 de noviembre de 2008

Viaje a Rusia - Capítulo I

Diecisiete años después de la caída de la Unión soviética, la idea del viaje al corazón de la antigua federación socialista estaba en la mente de casi cada uno de los Erasmus destinados a Lituania. La conversación surgió los primeros días, para muchos era casi una obligación acercarse a descubrir lo que aún quedaba del estado soviético. Con la organización de un viaje preparado por la universidad todo se hizo más fácil, los visados y el seguro de viaje corrían cargo de la organización, que aunque acabó por resultar más pobre que interesante, hizo desaparecer los problemas burocráticos. El precio no parecía desorbitado pero en lugar de la ciudad heroica, el destino era San Petesburgo. Unas treinta personas se apuntaron al viaje, entre ellos españoles, italianos, portugueses, eslovenos, polacos, franceses, un alemán y las tres organizadoras lituanas. En principio el destino estaba cerrado pero ¿Quién se atrevía a sobrevivir también la experiencia moscovita? Todo resultó fácil, once de nosotros, puede que los más curiosos, viajeros ansioso de conocer mundo y alguna alma perdida nostálgica y comunista, decidimos reservar, la misma noche que los demás volvían a casa, el billete más barato de Leningrado a Moscú.Y así empezó la aventura, en lo más alto de una cuesta a las afueras de Kaunas treinta masas de abrigos y lana muertas de frio, quizás porque todos teníamos ya la mente en Rusia.

El primer tren, oxidado y naranja, nos llevó a Vilnius en menos de una hora, el segundo, directo a San Petersburgo, se convirtió en nuestro hogar durante 12 horas. Juegos, comida y algún trago de vozca ayudaron a hacer más llevadera la noche hasta la frontera rusa. Unos cuarenta minutos antes de cruzar, Kristine, una de las organizadoras, nos advirtió: Cada uno en su sitio y en silencio. Después de pasar la frontera letona, en la que una mujer comprobó con un portátil uno por uno los pasaportes llegamos a la rusa. Dos mujeres recogían los documentos para meterlos en una caja de madera mientras un militar joven y borracho se aseguraba de cerrar las puertas de los baños y todo acceso al exterior. El contratiempo con el pasaporte roto de Laura sólo fue un susto. Las policías, enormes y con gorros de pelo y orejeras, gritaron algo que no entendimos y alguien tradujo que era importante que lo arreglase en la embajada. Una vez superada la frontera, nuestra única preocupación era cómo encontrar la mejor postura para dormir hasta despertar por la mañana a las puertas de Leningrado.

Sara Paz

Laura, María y Laura en el tren de viaje a Vilnius


De izquirda a derecha Guillaume, Eva, Jure y MishaClaudia y Laura

Tren Vilnius San Petersburgo

Jure iluminado con Estela y Mundo al fondo

Interior del vagón

Llegada a San Petersburgo


Nahuel

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