Llamó a una nueva mujer que quizás querría acompañarle, esta dudó un poco, acaso por la sorpresa de escuchar la voz arrugada de Pepe, desarrollada por el tabaco y los años, pero dijo inevitablemente que era imposible. Así que Pepe tomo otra copa y ya iban tres, y volvió a decir que ese vino era para beberlo en compañía. Este trago quiso saborearlo más: el pato enfriaba y también el pan caliente ¡Qué dulces aromas despertaban en su paladar el Oporto !, tan opuestos al áspero golpe de sabor largado por la primera copa. Antes de volver a llamar, quiso ver la tele y allí solo había sandeces, “sandeces y payasos” “monos de circo”. Soltó un bufido y volvió a lo suyo, a telefonear a su siguiente señora. Esta era una historia suya de juventud, de tiempos de cebada, otros tiempos, aunque esta sea uva seca. La cortejó a aquella, Elena se llamaba, como a la primera y durante un tiempo tomaron café y hablaron de esto y lo otro; de sus vidas, del tiempo, da igual. La respetó sin agobiarla, ni tan solo con un beso, hasta que la buena Elena se colmó de hormonas y explotó con un súbito ataque de pasión que acabó en mamada y que asustó a Pepe, hasta el punto que no quiso volver a verla. Marcó el número tranquilo, ni siquiera esperaba que Elena se acordase de él. Sonaron uno, dos tonos. Mientras, Pepe llenó otra copa y encendió un cigarro. Su reflejo en la tele, frente a él y apagada, le gustó. Se relamió los labios y esperó a que Elena cogiera el teléfono. Le tomo un trago a la copa y ¡Tas!, mientras lo engullía descolgó la muy puta. Pepe escupió lo que le quedaba por tragar y dijo:
- Este vino es para beberlo en compañía- ¿Perdón?
1 comentario:
no conocía a pepe historias pero me parece un tío majo, deberías presentármelo. me ofrezco a acompañarle con ese oporto seco.
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