Unos labios que no sonrien. La boca que arrastra mi boca. Mi boca a su boca, sus bocas. Quiero que sonrían. Si. Que sonría. Solo hay una que vale, su sonrisa eterna.
Querrían chirriar los dientes: blancos, vería yo diecinueve. Hoyuelos eternos bajo mofletes vastos, inflados, desplegados hacia los ojos, casi hurgándolos. Dos arrugas verticales, una a cada lado de sus bocas acostadas en los labios de un faldero.
Si hubiera una sonrisa eterna, así sería. Me compraría un cuerno y por el pueblo cantaría que al fin alguien fue feliz.
1 comentario:
Sonrisas típicas del animal perturbado por el amaestramiento. A veces para estar contento no hace falta estar dando saltos Sara. O si.
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