domingo, 21 de septiembre de 2008

Viaje a Klaipeda & Nida "El báltico"

Estoy en Lituania

Por supuesto no estoy en Paris. Siempre tuve problemas para recordar si Lituania estaba arriba, abajo o en el medio. Aprendí a inducirlo por orden alfabético, y era Estonia la de más arriba, debajo Letonia y al punto Lituania. Y eran las tres de lo mismo, las repúblicas bálticas, a las que a veces se les sumaba Eslovenia; dos mil kilómetros al sudeste y un nombre tan pariente - lo suficiente al menos – como para no sacarla del saco, aun siendo harina de otro costal.

Digo que nunca soñé con venir aquí, y esto no es París ni Nueva York ni Londres ni Buenos Aires. Apenas no he cumplido mi tercera semana y puedo decir que esto es completamente distinto, y sorprendente. El anochecer es rapidísimo, una batalla de menos de una hora entre la luna y el sol, y el sol siempre pierde. En mis primeros días, los primeros del Septiembre, aguantaba casi hasta los nueve. Era entonces cuando despegaban las cornejas del bosque Lituano, todos los días miles, y aun queda alguna. Hoy el día no le dura en la batalla a la noche apenas hasta las ocho, y esos pajarracos han de levantar el vuelo una hora antes.

Lituania es sorprendente porque aun no se ha visto en foto, y en cada paso, al caminar, se siente uno vivo, y parte del mundo. Mis fotos, las de más abajo, aunque no lo son, se piensan inéditas. Yo me siento responsable de mostrar, aunque sea a mi madre, seguramente la única fiel lectora de este blog, lo que he visto, porque es inédito, quiero pensar, y yo lo he visto.

El viaje- Klaipeda

Dejamos Kaunas, rumbo a Klaipeda, la tercera ciudad del país, a las 10 AM. Casi sin tiempo para dormir, como siempre. Aunque prudentes, al menos esta vez, elegimos aparcar la resaca para otro día. No llegamos antes de las 13:30, quizá unos siete u ocho minutos después, y a nuestros pies, una ciudad nefasta, portuaria y fea, como todas, como Gijón. En la calle principal, hay un intento postsoviético, porque aquí las cosas son presoviéticas, soviéticas o postsoviéticas. Y no hay más. Las primeras se rehabilitan, las segundas se abandonan y las terceras comparten el gusto de estas por las grandeza, como son ellos, tan altos, megalómanos. No me asombraría si en diez años la construcción más alta del mundo estuviera en Vilnius.

El casco antiguo de Klaipeda es viejo, como todos, un poco más pequeño, un poco menos pulcro y más feo, con todo es lo mejor que le vi a la ciudad, quizá con excepción del río, unas sillas lituánicas gigantes y el puente de los enamorados, donde los matrimonios candan su amor para siempre, como en Venecia.

El viaje - La isla

Decimos adiós a Klaipeda, en barco, también en autobús, creo que a las seis. En frente había un trozo de tierra, bastante alargado, no parecía una isla y pasé mi estancia en ella pensando que lo era. Definitivamente no lo es. Es una península, cuyo istmo se encuentra en Kaliningrado, el exclave ruso al sur de Lituania, el último vestigio en la zona del pasado dominio soviético. Creeremos no estar en tierra firme hasta las ocho del día siguiente. Justo un día y dos horas confundidos, ignorantes diría.

Dormimos en un hotel, hostal, a orilas del báltico, en realidad, del golfo de Kursiu. Por la noche, aun sin ver, recorrimos de un lado a otro la península, ciegos. No fue mucho, por su estrechez, aun así, la incertidumbre nos azoraba, alargando el camino, hasta llegar a una playa, que solo sentimos, tanto como el veradero poder y la calma infinita del báltico.

El amanecer del sabado 21 de Septiembre fue un poco más turbulento, con todo, conseguimos restablecernos con éxito y encabezar el asalto a otro día, no menos excitante. No hacía frío, no mucho al menos, y yo me había puesto parte del arsenal, incluyendo leotardos hasta los tobillos bajo pantalones vaqueros, polar y guantes de asesino en serie de la tele. Nos habían comentado que habría unas dunas, espectaculares, y lo fueron, y las rodamos como ruedas, como grandes quesos belgas o alemanes. El frío forzoso, aunque tibio, le batía un duelo al entorno arenoso y desértico, robándole el calor. El desierto, el frío y el mar, a sólo unos pasos. Una compañía rusa le robó el novio a nuestro móvil lituano "San Petersburgo Mobile te da la bienvenida a Kaliningrado" y pensé: "mierda" "estoy en Rusia". En realidad no, solo a tres kilómetros. Volveré le dije, aunque más al norte.

El resto de la mañana y la tarde nos envió a Nida, un pueblo peregrino con nombre de ciudad santa. Asquerosamente encantador, ordenado, nórdico. Construido por lituanos del nuevo siglo, pretendiendo imitar a sus exitosos y ricos vecinos del norte. También debió ser, en su tiempo, lugar de vacaciones para el obrero aplicado, que tras años de incondicional servicio a la URSS, y reunir los rublos suficientes, podía gastarlos con toda la familia, en unas agradables semanas en la limpia Nida, todos muertos e hipotérmicos flotando en el báltico.

Nos fuimos de Nida a las siete, sobre las once estábamos en casa, después de todo, sólo con 30 euros menos en el bolsillo (noche en hotel y autobús incluido). Mama no estaba esperando en la parada, calenté un pizza en el horno y me fui a dormir a mi cama de 1,80 de largo y 80 de ancho. ¡Señor!


El autobús del colegio, en su única parada hasta Klaipeda

Duermo junto a mi cuñado, justo antes de llegar a Klaipeda

El autobús: a la derecha mi gran amigo Pepe. A la izquierda el jersey de Margarita, Italiana, con la que Pepe ha iniciado una prometedora relación sentimental

El nuevo Klaipeda, postsoviético. Exactamente igual de espantoso

Mi amigo aleman Arne visto desde donde nos corresponde ver el mundo a los que no somos alemanes

El puente de los enamorados (candados)

Una enredadera en el casco antiguo

Un italiano se lleva un saltamontes a la boca

Fauna y flora

Mi habitación en regimen de hostal

Atardecer en la península de Kursiu

No hay mejor nevera, se lo aseguro
La playa de noche

En las dunas crece la hierba


Arena y al fondo el báltico

Arena
Arena y mar

Un banco en el medio del desierto

Mundo en la playa

Laura

Yo

María

Sara, muy guapa

Mundo, también muy guapo

El ascenso a la cima

LostYo soy el queso en la carrera del queso





Un grupo de canción romántica de los años diez de nuestro siglo




Nida







Mi amigo Pepe se despide






5 comentarios:

Sally Hayes dijo...

La última foto es muy cruel sobre todo porque yo creo que él concoe su destino, ahñi est´ña sólo y aturdido en las escaleras cantando una versión lenta del chá chá chá

havie dijo...

Es todo tan sumamente precioso, y las fotos están tan absolutamente genial hechas que si no me llevas a un sitio así y me retratas con tu cámara me enfadaré contigo para siempre y nuestra amistad habrá acabado. he dicho.

CrisCar dijo...

Yo también quiero ir para comprobar si esas botellas están realmente frías, que es lo importante.
Te has vuelto como un poco bohemio no? Quiero decir, más de lo que eras.

Miguel Paz dijo...

Días de vino y rosas heladas. Dentro de poco vendrá la escarcha, se irán las cornejas, comerán pan recién horneado y serán los seres más felices del mundo. La tarde lituana era un sueño melancólico mirando el cielo a través del gollete de una cerveza. O eso parecía.

Sally Hayes dijo...

Mi padre te firma ati y ami no. Así es la vida de dura