La belleza, aun en prudente distancia, frecuentándola con ternura, siquiera sin un designio carnal, es una delicia para la mente. Mi sombra epicúrea se rinde al placer de mirar. Y no se confundan, la música prefiero escucharla. No entiendo de partituras. Sólo es esta canción, sus finos acordes, como un himen vidrioso e irreparable. Confío en que muera virgen, en cuerpo y mente.
¡Le parta un rayo a quien se masturbe, ella o él, viendo la foto! (que ya no está)
1 comentario:
Y debo añadir que entre los píxeles se pierde la esencia verdadera de semejante deidad.
ay!
Publicar un comentario